Una vieja y romántica costumbre, escribir cartas manuscritas

Antes era la única forma de comunicarse con alguien a distancia, discretamente, o de forma romántica. Una esquela que contenía información narrada en primera persona y con algunos aditamentos personales.

Según especialistas en el tema, escribir a mano permite expresar emociones con mayor profundidad y conexión. En los niños, potencia la memoria, mejora la coordinación motora fina y establece las bases para un aprendizaje sólido. La escritura a mano, en este contexto, se convierte en un vehículo para la manifestación de los pensamientos más íntimos, promoviendo el desarrollo emocional y la autoexpresión.

Valeria Elías 

RTS Medios

El intercambio de cartas escritas a mano no es una simple transacción, sino una experiencia compartida que dice: “Aquí hay algo especial entre tú y yo”. Si bien las amistades en redes sociales suelen surgir en un entorno multitarea, las amistades por correspondencia exigen un enfoque único. Animan a las personas a tomarse su tiempo, reflexionar, indagar y extraer significado. Escribir cartas es un acto de intención y deliberación que denota el cuidado y la reflexión que se han puesto en ellas.

Una carta es un medio especialmente beneficioso para quienes tienen dificultades para expresarse plenamente, ya sea por ansiedad social o miedo al rechazo. En estos casos, una carta manuscrita puede ser un método práctico y eficaz para comunicar sus emociones con precisión.

Para entender un poco más sobre esta práctica, casi perdida, conversamos con Alejandra Diez, Docente e investigadora en temas relacionados con educación y arte. Actualmente integra la Red de Estudios Regionales de Historia del Arte y la Cultura – UNL, quién ha desarrollado investigaciones sobre esta modalidad. 

Para la investigadora: “Las cartas escritas a mano tienen diferentes sentidos y formas si las comparamos con las realizadas con máquina de escribir. En el caso de las epístolas que trabajamos desde nuestra investigación sobre el maestro Jesualdo Sosa y la correspondencia mantenida con Olga y Leticia Cossettini y Marta Samatán (décadas del 30/40) en general las escritas con máquina de escribir los temas eran en relación a preocupaciones teóricas, pedagógicas relacionadas con la educación, a la organización de alguna actividad conjunta, o al pedido de material teórico para posibles publicaciones. Las cartas a mano, generalmente, sobre temas personales están inmersas en, por ejemplo, preocupaciones culturales, sociales, políticas de la época, temas familiares y donde la demostración de afecto tenía un lugar central tanto en el encabezado de la misma como en la despedida. La firma al final, generalmente, no era tan formal como en cartas a máquina, muchas veces el nombre sin apellido o solo la inicial”.

Una carta manuscrita es un raro ejemplo de autenticidad. Su caligrafía única y sus imperfecciones la hacen más real y genuina . Es un recordatorio de que cada interacción involucra a seres humanos con sus propias historias de vida, emociones y experiencias.

Al respecto, la especialista destaca: “Cartas en diversos papeles que en ocasiones denotaba la no importancia del soporte, pero si de enviar un mensaje, algunas en tonalidades amarillentas y preservadas de diferente forma en archivos personales. ¿Por qué guardaban las cartas? ¿Qué valor le atribuían? Epístolas guardadas y leídas por otros. No guardamos todo y a pesar de las dictaduras tanto en Uruguay como Argentina estas cartas fueron protegidas. Cartas donde encontramos voces que nos posibilitan entrar en diferentes épocas y temas, despiertan la imaginación, el asombro. Es un escrito que se envía y se desea que se reciba, se espera una contestación”.

Atrás quedó el ritual de las cartas manuscritas, cuando se elegía el papel y el sobre apropiado. Si era enviada por avión y certificada con aviso de retorno se buscaba el sobre más liviano y que dijera “Vía Aérea”. Las estampillas postales se coleccionaban y también se intercambiaban. Las cartas reflejan el estado de amor o de odio. Podían ser cartas temblorosas y quebradas pero también las había perfumadas y con el sello de unos labios muy rojos que transportaban besos apasionados.

“En algunas cartas, esta falta de respuestas se hace notar en reclamos como, por ejemplo, ‘aunque dispongas de poco tiempo escribe’, ‘aunque sea unas pocas líneas’, ‘espero respuesta pronta’, ‘no te olvides de mí’. Algunas cartas tienen fecha y en otras especialmente a mano la misma se omite. Es un documento escrito, es abrirse a la mirada de otro en ideas y sentimientos y donde el límite entre lo privado y lo público, es complejo. Cartas que por diversos motivos no llegan al destinatario o luego de un lapso se hacen públicas”.

Ludwig van Beethoven escribió varias cartas a mano, entre ellas el Testamento de Heiligenstadt y una carta en la que pedía que le devolvieran unas notas de un trío de pianos. Las cartas de amor de Ludwig van Beethoven son una de esas incógnitas que aún siguen siendo un gran misterio para los historiadores, pues son de las más románticas de la historia. El genio compositor tuvo un amor secreto, a quien dejó una serie de cartas de amor llenas de romanticismo y pasión. Son las llamadas cartas a la ‘Amada Inmortal’, que en realidad es una sola carta dividida en fragmentos y que muestran un amor imposible, pasional y sincero, con el que Beethoven soñaba algún día poder disfrutar con libertad.

“En los tiempos en que las cartas eran importantes, significativas como casi única forma de mantener el diálogo la conversación de amistad, familiar, de amor, entre otros temas. Cartas guardadas que nos posibilitan, por ejemplo, desde la investigación volver al diálogo, analizar, profundizar en un saber o reconocer/conocer historias familiares o de vida. Modos de escritura, caligrafías, giros expresivos que cautivan y mantienen un espacio de relaciones vividas un lazo imaginario abierto a la distancia por el escrito. Escrituras en ocasiones jeroglíficas de muy difícil transcripción” finaliza la docente Alejandra Diez. 



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