Leopoldo Lugones, el día del Escritor de Argentina es en homenaje al natalicio del poeta, narrador, bibliotecario, pedagogo y ensayista, que se suicidó el 18 de febrero de 1938, a los 64 años.

Valeria Elías
RTS Medios
Leopoldo Lugones nació en Villa de María, provincia de Córdoba. Tras vivir en su provincia natal y en Santiago del Estero, en 1895 se radicó en Buenos Aires. Trabajó como periodista en el diario El Tiempo y en 1897 fundó el periódico socialista revolucionario La Montaña junto a José Ingenieros. El 13 de junio se celebra en Argentina el Día del Escritor para homenajear y recordar el nacimiento, ese día de 1874, del poeta cordobés, una de las plumas más ilustres de la literatura argentina.
¿Pero cómo es el oficio de ser escritor?
Las personalidades de los escritores varían, son muchos los factores que influyen en esta conformación Psicoemocional. Mayormente, lo que impera es hambre de palabras, que comienza con una inquietud inexplicable por la lectura, por la búsqueda, un gusto místico por el decir ajeno que va construyendo e instruyendo el propio. Decía el escritor santafesino Danilo Doyharzabal que es algo que “lleva alma”, decía también que nace de la necesidad de expresar todo lo que uno siente, lo que vive pero a su vez, contar lo que le es ajeno, también.
Un oficio que demanda soledad, o más bien, cierto aislamiento para poder expresar con exactitud y de forma correcta y elaborada, una emoción, un sentimiento, contar una historia o inventar un mundo totalmente imaginario. Escribir, autocorregir, reescribir, escribir bien, una autoexigencia que muchas veces limita la creatividad. Pero que se ve superada por el impulso del querer decir, la necesidad imperante de poner en palabras el acontecer.
No todo lector es un escritor, pero para ser un buen escritor se necesita ser un lector inquisidor, un juez sobre lo ajeno pero también sobre lo propio. “Andar con el cuadernito bajo el brazo” decía el poeta Horacio Rossi. Captar absolutamente todo el entorno, consciente e inconsciente, volcarlo en palabras, garabatos o incluso música, proponía Rossi, escribir y escribir.
La disciplina del escritor debe ser impecable, conocer el idioma, conocer sobre sus usos y formas, conocer las palabras y sus orígenes y significados, para luego violarlos, re inventarlos, darles el sentido más profundo de la forma menos pensada, jamás hubieras cruzado esas dos palabras, sin embargo, el escritor, lo hizo y resignificó todo el universo.
Jamás pensaste en la venganza de una ballena, en un niño perdido, o viajar por el mundo en 80 días. Un futuro que hoy es real, un pasado que volves a revivir, un presente que te hace reír o llorar.
Un oficio ingrato, poco valorado y casi sin reconocimientos, hay buena y mala literatura, todo pertenece al entramado, las hebras buenas hacen a la forma y las malas, aunque imperceptibles conforman parte del hilado. Todo encaja y pertenece al universo.
Después está lo personal, lo que gusta o no, lo que prefiero o no. Lo cierto es, que quienes escribimos, no encontramos otra forma de coexistir en el mundo, aunque nadie nos vea, aunque no nos lean, nosotros seguimos jugando con las palabras, que a veces llueven como flores y otras, laceran como espadas.
Fuente: RTS Noticias