Ser argentino es sinónimo de Malbec

Una de las uvas mejor adaptadas a la tierra argentina, uno de los vinos más premiados en el mundo. Un dato a destacar es que Mendoza concentra el 85 % del cultivo y lidera las exportaciones que superan los 660 millones de dólares.

Según el Observatorio Vitivinícola Argentina, en 2024 la uva Malbec significó el 21% de toda la cosecha destinada a vinificar, frente al 15% registrado en 2015. En el mercado interno, los despachos de Malbec crecieron del 8% al 16% del total de vinos comercializados en la última década, con 1.575 etiquetas disponibles y representando más de la mitad de los litros de vinos varietales fraccionados despachados al mercado local.

Valeria Elías 

RTS Medios

Más de 2.000 etiquetas de Malbec mendocino desembarcan cada mes, en promedio, en más de cien mercados, entre los que sobresalen Estados Unidos, Brasil, Reino Unido, Canadá, México, Países Bajos, Perú, Francia, China, Uruguay y Alemania.

 

Fue a fines del siglo XX que la industria vitivinícola local decidió que el Malbec (importado originalmente de Francia por Domingo F. Sarmiento) era la cepa que mejor nos representaba en el exterior. Su adaptación única al clima y al paisaje mendocinos le otorga frescura, expresión y gran potencial de guarda, cualidades que lo distinguen a nivel global.

Como características del Malbec podemos decir que es un vino tinto de cuerpo robusto y color rojo violáceo profundo. Se caracteriza por sus sabores a frutas, aromas florales y taninos dulces. Cada marca, o viñedo profundiza las características que lo hacen exclusivo y distinto de las otras marcas. 

 

Los sabores varían por ejemplo, a frutas casi mermeladas como la ciruela, mora y cereza negra. También tiene aromas secundarios que recuerdan al chocolate, violetas, pimienta negra y tabaco.

 

Leyenda del vino

Una vieja leyenda persa narra que en el año 4.000 aC, un pájaro que surcaba el cielo dejó caer unas semillas a los pies del rey y semi-dios Djemchid, este ordenó inmediatamente plantarlas en los jardines reales. Al tiempo, de esas semillas comenzaron a crecer unas plantas que dieron abundantes frutos (uvas), los cuales fueron recolectados y guardados en el depósito real. Al tiempo las uvas comenzaron su fermentación natural, despidiendo dióxido de carbono producido por la fermentación. Inundó el depósito con su característico aroma. Cuando el rey probó un poco del jugo de las uvas, le pareció tan amargo que las declaró como veneno y el intenso olor que emanaba del depósito del castillo también desató los rumores en el Imperio, y se decía que el Rey guardaba veneno en los toneles.

 

Cuando una de las esposas, la favorita del rey, como consecuencia de sus celos hacia otra mujer, buscó veneno para suicidarse, llegó hasta el lugar donde fermentaban el oscuro jugo de las uvas. Pensando que era una poción, la bebió con la intención de matarse. Momentos después, fue hallada danzando y cantando alegremente, bajo los efectos de lo que había tomado. El rey llamó a esa bebida con el nombre de «Darou é Shah», que significa «el remedio del Rey». Hay quien afirma que de la deformación de esa palabra deriva el nombre de Shiraz, o Sirah, variedad procedente de la antigua región de Persia. Por este motivo los persas decían que allí nació el vino.

Algo de poesía 

Omar Kayyam, poeta, filósofo, matemático y astrónomo, que en su célebre Rubaiyat, Persia siglo XI, escribió simbólicamente al vino y a la vida, así como al amor.

 

¿Por qué vendes tu vino, mercader?/¿Qué pueden darte a cambio de tu vino? ¿Dinero? ¿Poder? /¿Pues no eres el dueño del mundo cuando tienes en tu mano una copa? /¿Riqueza? ¿Hay alguien más rico que tú, que en tu copa tienes oro, rubíes, perlas y sueños? / ¿Amor? ¿No sientes arder la sangre en tus venas cuando la copa besa tus labios? / ¿No son los besos del vino tan dulces como los más ardorosos de la hurí? Pues si todo lo tienes en el vino, dime mercader, ¿por qué lo vendes?…»/ «Porque haciendo llegar a todos mi vino, doy poder, riqueza, sueños y amor; /porque cuando estrechas en tus brazos a la amada me recuerdas; /porque cuando quieres desear felicidad al amigo levantas tu copa; / porque Dios cuando bendijo el agua la transformó en vino / y porque cuando bendijo el vino se transformó en sangre… / Si te ofrezco mi vino… ¡No me llames mercader!». (Omar Khayyam, Rubaiyat).

 

Ese vapor sutil que envuelve las rosas, ¿es una voluta de perfume o el débil amparo que les dejó la bruma? Tu cabellera, caída sobre tu rostro, ¿es la noche que tus miradas van a disipar? ¡Despierta, amada mía, el sol dora nuestras copas! ¡Bebamos! (Omar Khayyam, Rubaiyat).