Mucho se dijo ya de Roberto “El negro” Fontanarrosa. Cada 19 de julio lo recordamos. En RTS preferimos hablar con una mirada de amor. Gabriela Mahy, su esposa, dibuja su recuerdo.

Valeria Elías
RTS Medios
Santafesino destacado, conocido en el mundo, El negro Fontanarrosa dejó un legado importante en el humor y la intelectualidad argentina. A 17 años de su fallecimiento, conmemoramos a una persona que supo llegar a la gente y generar un sentimiento de cercanía con quienes se aproximaban a él en busca de un saludo.
“De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: «Me cagué de risa con tu libro»”, dijo Fontanarrosa, en una entrevista.
Pensando en esas palabras, RTS conversó con Gabriela Mahy, su última esposa, quien lo acompañó hasta el final y quien mantiene viva su memoria. Recordar es volver a pasar por el corazón, y siempre el mejor recuerdo es el que nos arranca sonrisas.
Gabriela estudió filosofía, fue docente hasta que el propio Fontanarrosa le sugirió tener su propia empresa, una revista para organizar eventos, ninguno de los dos tenía experiencia en esto, pero se arriesgaron en esta aventura, para de esta forma acomodar mejor la vida de ambos. El día que Gabriela fue reconocida por su trabajo como empresaria en Rosario, recuerda ella con mucho humor haber dicho “detrás de una gran mujer hay un gran hombre”, algo que El negro tomó con humildad y humor.
No fue una elección azarosa, Gabriela tiene un buen sentido del humor y un entendimiento profundo de lo que su esposo representaba y cómo era personalmente. Ella también cuenta: “Seguramente tanto él como yo nos hemos cruzado con muchas personas, más allá que uno pueda decir me impactó tal cosa, me gustó cual otra, estos encuentro son inexplicables, uno se cruza en la vida con mucha gente valiosa y sin embargo hay algo que es un plus, que además de llamarte la atención te invita a intentar algo que sea más perdurable”.
Fontanarrosa sobrellevó su enfermedad como pudo, un poco de humor, algunas lágrimas y mucho amor, trabajó hasta el día antes de su partida. “El trabajo era su vida, por eso siempre estábamos buscando tratamientos y posibilidades, siempre con esperanza porque mientras hubiera esperanza él seguía trabajando y mientras él continuará trabajando, seguía vivo”, contó Mahy.
Y recordó, con cariño, que “él siempre tenía un dibujo para las personas que se acercaban a él. Rosario está lleno de dibujos del Negro que la gente guarda, hechos en bares, en feria de libros, e inclusive le han llegado a pedir que hiciera por ejemplo Mafalda, ahí había un grado de confusión total con quien era el dibujante (Quino). Esas cosas son parte de anécdotas graciosas, él nunca se negaba”.
“También recuerdo –siguió–, una feria en Córdoba, la gente lo esperaba para una cena, y terminó de firmar después de la doce de la noche y todos estaban esperándolo para cenar, estuvo firmando y dibujando hasta que no se fue el último no paró. Esas son las cosas que son un plus al reconocimiento de sus obras, que es el reconocimiento de la persona y creo que es el motivo por el cual después de 17 años se lo recuerda con tanto afecto, es muy conmovedor y no solamente acá en Rosario sino en diferentes localidades de Argentina, es conmovedor el recuerdo que tiene la gente del Negro Fontanarrosa como persona más allá de su obra”.
Su mujer, amiga y compañera, que supo acompañarlo comenta “la conexión con el público que el Negro supo generar, inclusive la devolución que tuvo, lo significó para él en el último tiempo, cuando él necesitaba tanto del afecto, ibamos por la calle, él en su silla de ruedas, y pasaban autos y le gritaban ‘dale Negro’, ‘Vamos Negro’ y eso para él tenia un valor incalculable. Cuando estuvimos en Israel, Jerusalén, argentinos que se habían mudado hace años, lo reconocían, no habíamos ido por cuestiones laborales, sino por un tratamiento médico, de modo que tampoco estaba en los medios que había llegado Fontanarrosa. Pero la gente lo reconocía después de mucho tiempo, es una cosa realmente fantástica lo que el Negro pudo generar y lo que la gente le devolvió a él en el momento que tanto lo necesitaba”.

Caminos y senderos
Respecto a su elección de vida, Mahy nos relata que “el Negro muy temprano en su vida se dió cuenta que su función era hacer reir y eso lo motivó a seguir con los dibujos con los que empezó en su niñez y de ahí toda su vida; y que lo llevó a tener una respuesta del público muy buena por lo tanto éxito editorial y ese afecto del cual estuvimos hablando. Más allá de que uno pueda disfrutar de la obra de un artista, yo creo que el hecho de que el artista además, te haga reír, es algo que necesitamos tanto, eso es algo que te hace recordar más al artista”.
“Él colaboró con Les Luthiers aportando en los libretos, enviaba opciones y luego ellos les respondían, él siempre decía ‘yo valoro muchísimo a la persona que me hizo reír’. A él no le gustaba el humor chabacano, tenía mucha cintura para hacer chistes de política sin ofender a nadie, inclusive con el tema del fútbol, se manejaba en la cornisa, siendo él fanático como era de Rosario Central”, agregó Gabriela.
El negro era amigo de Daniel Samper, humorista colombiano, y Gabriela cuenta que era un verdadero banquete de risas cuando ellos se juntaban y, en eso, argumenta que “son muy pocos los elegidos que realmente pueden hacer humor inteligente”. El recuerdo que surge vinculado a esa afirmación es el del Congreso de la Lengua y ese discurso humorístico disruptivo y con fundamentos respecto al uso de las malas palabras: “Hay otra palabra que quiero apuntar, que es la palabra mierda, que también es irremplazable, cuyo secreto está en la r, que los cubanos pronuncian mucho más débil, y en eso está el gran problema que ha tenido el pueblo cubano, en la falta de posibilidad expresiva”.
Gabriela afirma que lo que la enamoró fue su grado de humildad: “Yo decía esto es sabiduría, para mí siempre fue una característica despreciable de las personas la soberbia, porque quien es soberbio no sabe nada de la vida, ni de la realidad del ser humano, basta estar en el campo una noche estrellada o estar en alta mar mirando el cielo, para darte cuenta de lo que somos. Entonces, ser soberbio, como ser humano, es realmente no entender nada”. Y continuó: “El Negro adolecía totalmente de soberbia, era el hombre más humilde que yo he conocido, la gente lo subia a un pedestal y él se bajaba, diciendo ‘yo quiero estar en el mismo nivel que todos’; de una calidad humana sumamente valorable. Por eso el reconocimiento y el afecto que le tenía la gente y le tienen después de tanto tiempo, si él hubiera sido soberbio, posiblemente compraría los libros para reír, pero no recordaría al ser humano como lo recuerdan”.
Como un adelanto a lo que se viene, una editorial está trabajando para noviembre que se conmemoran los 80 años del natalicio del Negro Fontanarrosa, como homenaje, con una obra de él y diferentes presentaciones.
“Soy crítico meteorológico, señor. La tormenta de anoche. «Floja iluminación de los relámpagos, yuvia repetida, escenografía pobre y pésimo sonido de los truenos en otro fiasco de esta puesta en escena de Tata Dios. Una típica propuesta de verano, liviana, pasatista, para un público poco exigente». Inodoro Pereyra
Fuente: RTS Noticias