Desde el norte de la península ibérica, limitando con el mar Cantábrico, los Navarros emigraron para Argentina, muchos eligieron la zona portuaria para radicarse en las nuevas tierras. Algunos por necesidad otros por situaciones forzadas, los españoles “abrieron puertas a la tierra” en Rosario.

Valeria Elías
RTS Medios
La Subcomisión de cultura Centro Navarro Rosario, integrada por: Maite Biurrun, Candelaria Pérez García, Milagros López y Cecilia Rodríguez contaron en RTS Medios, sobre la historia, la costumbre y la cultura de esta colectividad radicada en la ciudad de Rosario, Santa Fe.
“Navarra es una comunidad autónoma situada en el norte de España. Se desprende del antiguo Reino de Navarra (vigente hasta 1841) y de allí procede su actual y peculiar régimen de autogobierno, denominado Régimen Foral”. La capital es Pamplona y las lenguas habladas son el español y el euskera. Sorprende la variada geografía del territorio que va de la montaña de la cordillera pirenaica a la llanura del valle del río Ebro, pasando por zonas semidesérticas”, explicó Milagros López.
Luego, agregó: Los inmigrantes navarros (fines del siglo XIX y principios del XX) ejercieron tareas agrícolas, de carpintería, carbonería, panadería, entre otras. Su llegada contribuyó al desarrollo de la agricultura y ganadería pampeana.
Pero, ¿quiénes son los navarros? A esto Candelaria Pérez García respondió: “Navarros somos todos aquellos que estamos vinculados con aquella preciosa tierra llamada Navarra.
Se nos llama navarros no sólo por haber nacido allí, sino por llevarla en el corazón, por tener el recuerdo de aquellos que alguna vez caminaron por sus valles, cultivaron sus tierras o rezaron en sus iglesias. El ser navarro es una identidad profunda, que no se pierde con el paso de las generaciones ni con la distancia. Se hereda, se recuerda y se siente; está dentro nuestro en una palabra, en una receta, en una canción o en un apellido. Ser navarro es una mezcla perfecta de nostalgia y dolor, de raíces y búsqueda, de memoria y esperanza, sentimientos que tantos experimentaron al partir, dejando atrás su tierra, sus familias y sus costumbres, para buscar una vida mejor”.
Sobre cómo fue que llegaron a Argentina, Candelaria explicó: “Ese exilio voluntario o forzado por la necesidad, marcado por el dolor de subir a un barco rumbo a lo desconocido, sabiendo que quizás no volviera a pisar ese suelo, a sentarte en esa mesa, a ver esas montañas y el deseo de guardar en la memoria cada rincón, cada aroma, cada sabor; y al mismo tiempo, la emoción por lo nuevo, por el porvenir, por los hijos que crecerían lejos, pero con la historia de Navarra corriéndoles por las venas. Esos somos nosotros, los que no olvidamos, los que honramos y los que amamos esa tierra, aunque estemos lejos. También somos todos aquellos que, aunque no nos una la sangre, aprendimos a amar esa tierra como si fuera nuestra, aprendimos su cultura y sus tradiciones, y elegimos transmitirla a nuestros hijos. Ser navarro lejos de Navarra no es solo una cuestión de origen. Es una decisión diaria de conservar, de compartir, de construir comunidad. Y quizás, de honrar a aquellos que supieron dejar, sin olvidar”.
Para terminar la idea, expuso: “Muchos navarros, impulsados por necesidad pero también por la esperanza, en busca de nuevos horizontes, cruzaron el océano rumbo a América, especialmente a uno de los destinos más significativos, Argentina. Llevaban consigo sus maletas, sus costumbres, su idioma, sus modismos, sus bailes, y una identidad muy marcada. También los acompañaba una tristeza silenciosa por lo que quedaba atrás. Tal vez por ese motivo, por el anhelo de conservar lo suyo, es que se fueron reuniendo, apoyándose unos a otros, y con el tiempo fueron fundando diferentes espacios culturales: los Centros Navarros, verdaderos faros comunitarios en la distancia”.

Sentando raíces
Maite Biurrun, fue la encargada de hablar sobre cómo se produjo la ocupación del territorio por parte de los emigrantes: “El primero fue el Centro Navarro de Buenos Aires, fundado en 1895. Le siguieron otros centros, a medida que los navarros se diseminaban por el país; en 1913 se fundó el Centro Navarro de Rosario, y con los años surgieron el Centro Navarro del Sud, ubicado en la localidad de Mar del Plata, el Centro Navarro de Bolívar, y el Centro Navarro de Mendoza. Estos centros no fueron solo espacios recreativos. En sus primeras décadas sirvieron de hogar para quienes recién llegaban. Hoy son también guardianes de la cultura, conservan danzas, canciones, tradiciones y un sentido profundo de pertenencia.
Esta red está unida por la Federación de Centros Navarros en la República Argentina, que promueve actividades comunes y mantiene viva la herencia navarra en el país”.
Respecto a la historia del Centro Navarro de Rosario, Maite comentó: “El Centro Navarro de Rosario fue fundado el 6 de diciembre de 1913, en un contexto en el que la comunidad navarra en Argentina crecía de forma sostenida. Su primera sede estuvo ubicada en la calle Sargento Cabral, en pleno centro de la ciudad. Aquel fue el primer espacio donde los navarros y sus descendientes pudieron encontrarse, compartir sus costumbres, brindando apoyo a los recién llegados”.
Allí se celebraron los primeros bailes, reuniones sociales y actividades culturales que mantuvieron viva la memoria. Con el paso del tiempo y el crecimiento de la colectividad, surgió la necesidad de contar con un espacio más amplio y moderno. Fue así como se adquirió en 1956 la casa en la que funciona la sede actual, un edificio ubicado en calle Entre Ríos 248.
“Es en esa época –tomó la palabra Cecilia Rodríguez– que los Sanfermines eran un gran acontecimiento en la ciudad de Rosario: parodias de corridas de toros, duelos de aizkolaris, bailes populares, conjunto de Dantzaris y Kalejiras con Gigantes y Cabezudos. Txistularis y músicos de la institución acompañaron las actuaciones de los conjuntos de danzas junto a mujeres encargadas de vestuarios y utileros”.
La mayoría de estas actividades se mantienen en la actualidad. Las más arraigadas incluyen la celebración de San Fermín, celebración en honor al santo patrono de Navarra, del 6 al 14 de julio, fiesta popular con música, bailes y gastronomía navarra. Tal vez la Jota navarra cantada sea una de las expresiones más populares durante la fiesta. Los instrumentos típicos incluyen txistu, dulzaina, gaita, txirula (de viento); tamboril, arrabal, txalaparta (de percusión); trikitrixa (acordeón).
“La comparsa de Gigantes y Cabezudos es un ícono de los Sanfermines: desfile de figuras gigantes que recorren la ciudad acompañadas de músicos en ambiente festivo.
Durante esos días el conjunto de danzas interpreta un variado repertorio de bailes tradicionales. Uno de ellos, el Baile de la Era con melodías como la jota, el vals y el fandango. En cuanto a la gastronomía navarra, algunos de los platos típicos son: pimientos de piquillo rellenos de bacalao, cordero al chilindrón, chuletón a las brasas, magras de jamón con tomate y huevos, menestra de verduras, y tortilla. Las bebidas más apreciadas son los vinos, el txacolí, el zurracapote y el patxarán”, culminó su exposición .
El centro en la actualidad
El Centro cuenta con Subcomisiones culturales, deportivas y sociales, y conserva con orgullo peñas que se reúnen periódicamente y son espacios donde la amistad, la tradición y la cultura se mantienen vivas de generación en generación.
El predio Aupa Navarra es el espacio de recreo, y deporte de los socios, en la cercana localidad de Funes, con el frontón para la práctica de pelota, Reyno de Navarra. La institución participa anualmente del Encuentro Nacional de Colectividades Extranjeras de nuestra ciudad difundiendo tradiciones y costumbres.
También hay un cercano vínculo con la Comunidad Formal de Navarra quien promueve encuentros y viajes culturales para jóvenes miembros de las instituciones.
Hoy, el Centro Navarro de Rosario no solo honra su pasado, sino que mira al futuro con compromiso y vitalidad, participando activamente en la comunidad, en redes culturales y promoviendo las raíces navarras como parte del valioso tejido cultural argentino.
Fuente: RTS Noticias