El día del estudiante y la primavera siempre fueron motivos de celebración y festejos. Actualmente los jóvenes se reúnen en plazas, quintas, casas y espacios recreativos para celebrar y disfrutar de este día. Pero ¿Cómo era celebrar hace unos años atrás?

Valeria Elías
RTS Medios
El día del estudiante y la primavera convierte las diferentes ciudades y localidades en festejos y juventud cantando. Celebrando con amigos su estatus estudiantil. Hace no muchos años atrás, las juventudes vivían situaciones diferentes a las libertades de hoy.
La maestra, profesora, escritora y abogada Norma Battú cuenta sus recuerdos de aquellas épocas desde la niñez a su etapa adulta.
Una historia personal que se reflejará en muchos y despertará recuerdos y emociones.
¿Cómo era ser estudiante en tu época, y cómo se celebraba?
-“Había distintas celebraciones, según el estamento educativo.
Escuela primaria:
Recuerdo, de la escuela de la localidad de Emilia, donde nací, “picnics” que se hacían, bien en “montecitos” cercanos al pueblo, bien en el patio de la escuela. Cada uno llevaba comida, salada y dulce: galletitas “criollitas” untadas con “patedefuá”, milanesas caseras, chorizos de las carneadas, pasta frola y otras tortas caseras, “carasucias”, así se llamaban facturas compradas en la panadería. Para beber, botellitas de “naranjina”, bebida fabricada en el pueblo mismo, por “Tomasito el sodero”, las más sofisticadas tomaban “bidú”, comprada en los boliches. Y quien no acudía a ello, tomaba agua a chorritos del “surtidor”, que estaba en el patio, o si el picnic se hacía en algún montecito, “agua del molino”, porque siempre los había… si es que había viento para hacer ascender el agua.
Escuela secundaria:
Estudios cursados en un colegio de religiosas, como “pupila” (así se llamaba a las internas, alumnas del interior de la provincia) la mayor parte. Colegio “Nuestra Señora del Calvario”, de la ciudad de Santa Fe.
Los picnics se hacían generalmente en alguno de los patios del Colegio (había tres), y alguna vez hemos ido al Parque Garay. Nos acompañaba alguna de las Hermanas. Cada una llevaba su comida, y a las “pupilas” les preparaba sandwiches y postres la Hermana encargada de la cocina.
Universidad:
Estudios cursados en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, de la Universidad Nacional del Litoral.
No tengo memoria de reuniones para festejos, porque realicé mis estudios mientras trabajaba como Maestra de escuela primaria en un pueblo.
Ello requería tomar un ómnibus que pasaba cerca de mi casa, por Avenida Freyre, a las 5:40hs. Se lo conocía como “el local” porque llegaba hasta el pueblo de Llambi Campbell, donde daba clases…
Ello significaba levantarme a las 5 de la mañana, desayunar ligeramente, e ir hasta la avenida. Si para las 5:50 el bus no había pasado, corría hasta Boulevard, tomaba colectivos de la línea 3 o 5 que me llevaban hasta un sitio denominado “la curva de Roces”, al norte de la ciudad, y allí abordaba un bus de la empresa “Recreo”. Descendía en la ruta, en esa localidad, en la garita de “la Policía Caminera”, y les pedía que por favor, al hacer controles, le pidieran a algún automovilista que me llevaran hasta Llambi Campbell. Cosa que ellos, tanto los miembros de la Policía como los automovilistas, hacían con toda amabilidad y respeto hacia “la maestrita”. Es más, si no había llovido mucho y las calles del pueblo estaban intransitables, me acercaban hasta el Colegio… Allí la Hermana encargada de la cocina me daba un buen desayuno caliente, que compartía con las “pupilas”.
Era tanto el respeto hacia los docentes, que si a veces me quedaba entredormida en el colectivo, escuchaba que los pasajeros (muchos de ellos obreros de un frigorífico que estaba en Recreo) decían: “Shhhh, hablen despacito, que la maestrita se quedó dormida… debe estar muy cansada, pobrecita…”
Benditos sean.
Alguien ponderó alguna vez a “los maestros sarmientinos”.
Al retornar, debía planificar por escrito la clase del día siguiente (dábamos todas las materias, en una época hasta gimnasia…), corregir trabajos de los alumnos, e ir a tomar clases a la Facultad.
Elegía para ello los últimos horarios: de 21 a 23 horas… La FCJS de la UNL tenía esa maravillosa actitud de ayuda para con los alumnos que trabajábamos… clases en horarios nocturnos. El personal de la Facultad, en todos los estamentos, “firmes al pie del cañón” hasta la medianoche… admirables…
A todo esto no lo relato para “mandarme la parte” (bueno, un poco sí…), sino para explicar por qué no tengo memoria de los festejos universitarios del día del estudiante.
A la Facultad concurría solamente para ir a clases y rendir exámenes.
Nunca terminaré de agradecer esa oportunidad de progreso en la vida, que me dio mi querida Universidad”.

¿Qué significaba ser estudiante? ¿Y qué requería serlo?
-“Ser estudiante significaba aprovechar los recursos que en este país se brindaba a quienes quisieran serlo, sea por parte del Estado, sea por parte de instituciones privadas (porque en muchas de ellas había planes para alumnos de familias humildes).
Ser estudiante era un modo de adquirir elementos para progresar en la vida. Los padres, cualquiera fuera su situación económica, se esforzaban para que sus hijos pudieran ir a la Escuela, al Colegio, a la Universidad…
Ser estudiante era ingeniárselas para compaginar tareas hogareñas que nos pedían hacer nuestros mayores, con las responsabilidades propias de concurrir a los establecimientos, entre ellas, “hacer los deberes”.
Ser estudiante era, en suma, formar parte de algo que nos distinguía en todo el mundo, porque el nivel educativo de la República Argentina estaba entre los mejores.
Ser estudiante era cumplir con los deseos de alguien llamado Domingo Faustino Sarmiento, y sus seguidores.
Ser estudiante, para los que vivían en zonas inhóspitas, era desarrollar el ingenio para “zafar” de situaciones difíciles en el trayecto de ida o de vuelta hacia los establecimientos (trayecto que a veces se cumplía “a caballo” o en bicicleta, en las zonas rurales).
Ser estudiante era esforzarse para ser merecedor de los beneficios que las instituciones educativas ofrecían. Por ejemplo, en el caso de la Universidad Nacional del Litoral, había alojamientos económicos, comedor universitario, posibilidades de trabajo (como mozo del comedor, o como “ayudante alumno”, entre otros, por ejemplo).
Ser estudiante era aprovechar la buena voluntad de los docentes, que escuchaban a los alumnos, en todos los estamentos. De ser necesario, se quedaban fuera de horario…
Podría brindar muchas otras razones, todas positivas. Estas son las que recuerdo ahora”.
Fuente: RTS Noticias