Mientras juegan, los niños descubren sus emociones y desarrollan sus habilidades, conocen el mundo y aprenden a vincularse con los demás.
Marina Zavala
RTS Medios

Jugar no es solo sinónimo de diversión, para los más chicos también significa aprender, crecer y vincularse. Así lo aseguran las terapistas ocupacionales María José Panzanella y Fernanda Bertossi en diálogo con RTS: “El juego es la ocupación principal de los niños, ese sería su trabajo. A través de él descubren emociones, conceptos, relaciones y habilidades”.
De hecho, explican que el juego de los niños se modifica a lo largo de la vida en base a lo que necesitan aprender. “El mundo interno del niño, aquello que no puede exteriorizar, se muestra a través de su juego. Además, cuando juegan los chicos muestran las habilidades que van adquiriendo, y lo hacen de una manera muy inteligente, muy práctica”.
El juego como reflejo del desarrollo infantil
Desde la primera infancia, los niños comienzan a interactuar a través del juego. “En el caso de los bebés, el juego es encontrarse con otro que mire, sonría, se pueda imitar. El niño empieza primero a sonreír a los dos meses, después a reconocer la cara del adulto y luego empieza a descubrir su mismo cuerpo”, explica Panzanella.
Con el paso del tiempo, el juego se complejiza. Es entonces cuando aparecen las representaciones de la vida cotidiana como jugar a la casita, a la escuela o a comprar y vender. Más tarde surge el simbolismo y una silla puede convertirse en un colectivo o un avión. “Cada cosa que ese niño va mostrando en el juego, después la puede llevar a la escuela y a su vida cotidiana para compartir e interactuar”, agregan las TO.
De este modo, el juego no solo acompaña la maduración cronológica, sino también el desarrollo individual de cada niño.
La importancia de propiciar el juego
Las especialistas advierten que muchas veces son los adultos quienes limitan el tiempo de juego. “Nos pasa en nuestro trabajo cuando escuchamos ‘se la pasa jugando en la terapia’. Y sí, es a través del juego que el chico va a aprender”, señala Panzanella.
Las jornadas escolares más largas y los tiempos de recreación cada vez más cortos impactan en el juego de los niños. Sin embargo, algo tan simple como jugar a la pelota ofrece múltiples beneficios: desde lo motriz hasta el trabajo en equipo, el cálculo o la planificación. “Uno cree que el niño solo está jugando con la pelota, pero en realidad está desarrollando muchas más habilidades que cuando está dos horas haciendo una tarea”, señalan las terapistas.
En cuanto a las pantallas y cómo éstas modifican los intereses y los momentos de ocio de los más chicos, Fernanda remarca que no hay que demonizarlas, sino de regular su uso. El problema no es la pantalla en sí, sino la cantidad de tiempo y la ausencia de control adulto sobre lo que el niño accede.
“Escuchamos a los adultos decir ‘es tan inteligente, maneja tan bien el celular’; y en realidad, eso no quiere decir nada. La inteligencia de un niño de dos o tres años, se evalúa en función de la capacidad que tiene de resolver problemas en su vida: abrir un caramelo, sacar cosas que están dentro de otras, saber qué elemento es más chico que el otro”, advierte Fernanda.
Además, ambas cuestionan la idea, a veces generalizada, de que un juguete con muchos sonidos, botones y luces estimula más que uno simple: “El juguete que más estimula es una caja con cucharas adentro. Mientras más hace el juguete, menos hace el niño”.
Aburrimiento, frustración y creatividad
El valor del juego en cada una de las etapas de la infancia también reside en a través de él los niños aprenden a tolerar la frustración y desarrollar la creatividad. Sin embargo, muchos adultos intentan evitar que los niños se aburran. “Cuando un niño se aburre, justamente desarrolla la inteligencia y la creatividad”, sostienen las especialistas.
Panzanella recomienda ofrecer oportunidades de exploración, más allá de los juguetes comprados: abrir cajas, jugar en el pasto o manipular objetos cotidianos. “No necesitamos comprar mil juguetes, es más valioso dar oportunidades de exploración”.
El juego libre, incluso con la compañía cercana de un adulto sin intervenir constantemente, es clave para que los chicos experimenten, se equivoquen y aprendan. “Si no dejamos que se frustren, no les enseñamos a esperar el turno ni a tolerar que algo no salga bien a la primera”, concluyen las especialistas.
El valor del juego en cada una de las etapas de la infancia también reside en a través de él los niños aprenden a tolerar la frustración y desarrollar la creatividad. Sin embargo, muchos adultos intentan evitar que los niños se aburran. “Cuando un niño se aburre, justamente desarrolla la inteligencia y la creatividad”, sostienen las especialistas.
Panzanella recomienda ofrecer oportunidades de exploración, más allá de los juguetes comprados: abrir cajas, jugar en el pasto o manipular objetos cotidianos. “No necesitamos comprar mil juguetes, es más valioso dar oportunidades de exploración”.

El juego libre, incluso con la compañía cercana de un adulto sin intervenir constantemente, es clave para que los chicos experimenten, se equivoquen y aprendan. “Si no dejamos que se frustren, no les enseñamos a esperar el turno ni a tolerar que algo no salga bien a la primera”, concluyen las especialistas.
Fuente: RTS Noticias