La celebración de esta fecha invita a gobiernos, empresas y personas a reflexionar sobre el impacto de las políticas económicas y sociales en la vida cotidiana. Fue establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 28 de junio de 2012. ¿Qué pensaba Aristóteles al respecto?
¡Un día para estar feliz!, por supuesto. La felicidad es una meta humana fundamental. La Asamblea General de las Naciones Unidas reconoce este mismo objetivo y pide «un enfoque más inclusivo, equitativo y equilibrado del crecimiento económico que promueva la felicidad y el bienestar de todos los pueblos».
Valeria Elías
RTS Medios

Los gobiernos y las organizaciones internacionales deben invertir en condiciones que favorezcan la felicidad mediante la defensa de los derechos humanos y la incorporación de las dimensiones de bienestar y medio ambiente en los marcos políticos.
La Asamblea General de la ONU decretó en la resolución 66/281 de 2012 que el 20 de marzo se celebrase el Día Internacional de la Felicidad para reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos y la importancia de su inclusión en las políticas de gobierno. La resolución reconoce además la necesidad de que se aplique al crecimiento económico un enfoque más inclusivo, equitativo y equilibrado, que promueva el desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza, la felicidad y el bienestar de todos los pueblos.
El origen de la felicidad
El origen del Día Internacional de la Felicidad es una bonita historia. Fue el Reino de Bután, un pequeño país del sur de Asia, en la cordillera del Himalaya, el que propuso este día a la ONU.
Resulta que el rey de Bután hace más de 40 años, y cuando solo tenía 16 decidió que la filosofía de su gobierno se basaría en la felicidad de sus súbditos. Y para ello inventó el concepto de Felicidad Nacional Bruta (FNB), en vez del Producto Interior Bruto. Pues bien, la FNB es hoy un indicador de nivel de vida que se utiliza internacionalmente como complemento al Producto Interior Bruto.
Se calcula midiendo nueve puntos: el bienestar psicológico, el uso del tiempo, la vitalidad de la comunidad, la cultura, la salud, la educación, la diversidad medioambiental, el nivel de vida y el gobierno.
Aristóteles según filosofo santafesino: Eudaimonia
Conversamos con el Dr. Manuel Berron, especialista en filosofía antigua, profesor de filosofía.
¿Qué es la felicidad? Antes que nada, debemos decir que esta pregunta es una pregunta central para el ser humano. Cotidianamente nos planteamos cómo vivimos, lo que hacemos, si hacemos bien o mal, si lo que hacemos nos hace bien, más felices y otros interrogantes parecidos. Muchos consideran que la felicidad es algo así como un punto de llegada: algo que va a pasar en el futuro y que es el resultado de nuestras acciones presentes. De ese modo, piensan que la felicidad consiste en llegar a tener ciertas cosas
o a ser algo: tener una casa, un auto, formar una familia con cierta cantidad de hijos, llegar a recibirme de cierta profesión, conseguir tal trabajo: otra vez el punto de llegada.
Algo de cierto hay en ello, pero si fuera así completamente, entonces todos seríamos infelices hasta arribar a ese “punto de llegada”. Y además se choca con el hecho de que muchos que han conseguido su objeto de deseo se muestran, al final, insatisfechos: parece que el mero “tener” o “alcanzar” no son suficientes para la felicidad.
Para mostrar qué es lo que falta voy a recurrir a un filósofo de la antigüedad, Aristóteles.
Consideremos que el problema de la felicidad es un problema perenne, es decir, que siembre va a ser objeto de interés y reflexión para el ser humano y, por eso, es natural que los filósofos antiguos ya lo hayan abordado y tengan cosas para decirnos. Aristóteles dedica todo un libro al problema de la felicidad y da una respuesta que, en parte, soluciona los problemas de las respuestas dichas más arriba. Él piensa que la felicidad es un cierto tipo de vida activa de acuerdo con la virtud. Una clave de su respuesta está en la expresión “vida activa” que implica que la felicidad no es algo que se tenga sino alto que se ejerce. No se trata de un punto de llegada como una cosa X que se alcanza sino que la felicidad es, o resulta ser, a partir de un modo de vivir. ¿Por qué un modo de vivir?
Aristóteles no descarta que tenemos que tener algo de suerte, algo de dinero y buena salud en la vida como condición para ser felices: no es sonso y sabe que si nos ocurren tragedias o nos enfermamos difícilmente podamos ser felices. Pero tener estas cosas no es suficiente.
Felicidad traduce una palabra griega compuesta, eudaimonía, algo así como buen-espíritu, y hay allí una clave para interpretar de qué se trata el modo de vivir del feliz. Como dijimos antes, ser feliz es gozar de un cierto modo de vivir activo. El otro elemento que completa la idea es la palabra “virtud”, que traduce otro término griego, areté, que podría traducirse como “excelencia”, es decir, el mejor modo de ser de algo. Tenemos el panorama más claro: ser feliz es vivir del mejor modo posible según diversas virtudes. Y ahora podemos enumerar algunas de las virtudes que consideraron los griegos y ver cuáles de ellas están cerca de nuestro modo de ser: ser justos o buenos, ser valientes, ser veraces, ser buenos
amigos, ser generosos pero también cultivar el estudio, el conocimiento, la sabiduría. Por un lado, virtudes relacionadas con la acción interhumana y por otro virtudes vinculadas con el conocimiento. Unas y otras son, siempre según Aristóteles, condición para la felicidad.
Ser feliz no es un punto de llegada sino un modo de vivir virtuoso que, seguramente, nos permitirá llegar a muchos lugares. También es cierto que no es fácil llegar a ser feliz porque para eso hay que trabajar en las virtudes y tener la posibilidad de realizarlas. Pero hay un proceso gradual de aprendizaje que permite ser feliz “en el camino” y de acuerdo a las posibilidades de cada uno. Nadie dijo que era fácil, mucho menos Aristóteles, pero al menos tenemos una indicación: tratemos de ser mejores y así, probablemente, lleguemos a ser felices.
Finalmente, Aristóteles deja en su libro sobre la felicidad dos frases célebres: una de ellas dice: “una golondrina no hace verano” y sirve para explicar que la virtud no es el resultado de una única acción (la golondrina) sino que el virtuoso es aquel que regularmente realizar acciones buenas según la virtud que sea el caso. La otra frase dice: “cada zapatero hace el mejor zapato con el cuero que le toca”. La moraleja es que cada uno es dueño de condiciones que no elige (el cuero) pero realiza su mejor esfuerzo para llegar a producir el mejor zapato posible: hacer el mejor zapato, igual que ser lo más felices que podamos,
depende de nosotros y no como un regalo del cielo sino de nuestro esfuerzo inteligente.