“Acompañar a los adolescentes hoy es acompañar a una generación que enfrenta un mundo más pesado”

La adolescencia se ha prolongado”, afirma el Dr. José Adrián Cosentino. El psiquiatra plantea un cambio entre la biología, la tecnología y las transformaciones sociales. 

Valeria Elías

RTS Medios

Los padres muchas veces se cuestionan qué pasa con los hijos, sin tener en cuenta que los tiempos cambian y que se aceleran algunas cuestiones lo que no implica que otras no puedan retroceder. Para entender este fenómeno de la época actual, el Dr. José Adrián Cosentino, Psiquiatra, explicó sobre los cambios y las nuevas etapas de la vida.

 

El especialista comienza detallando: “La idea de que la adolescencia termina a los 18 años pertenece a un modelo de sociedad que ya no existe. Hoy asistimos a un fenómeno global: la adolescencia se ha extendido, y con ella también se ha modificado la forma en que los jóvenes transitan la autonomía, construyen identidad y se insertan en el mundo adulto. La pregunta inevitable es: ¿Por qué? ¿Es un fenómeno específicamente argentino o una tendencia mundial? La evidencia científica y la experiencia clínica coinciden: es un fenómeno global, pero en la Argentina adquiere características particulares que lo intensifican y complejizan”.

 

 

Según el entrevistado, el cerebro adolescente tiene una maduración más lenta y más compleja, por este motivo aclaró: “Durante décadas se asumió que la madurez cerebral concluía alrededor de los 18 años. Hoy sabemos que no es así. Los estudios actuales en neurodesarrollo muestran que la corteza prefrontal, región clave para la planificación, la regulación emocional, la toma de decisiones y el control de impulsos, finaliza su maduración entre los 24 y 26 años, e incluso más tarde en algunos casos. Esto significa que el adolescente actual tiene menos herramientas para la tolerancia a la frustración, se desregula más fácilmente, necesita estructura externa más prolongada, y requiere acompañamiento sostenido en la construcción de hábitos. La biología, lejos de acelerarse, se ralentizó en un mundo que va cada vez más rápido”.

 

 

Para el Dr. Cosentino la revolución tecnológica generó identidades líquidas y madurez postergada. Por esto también, acuñó un nuevo término «autismo híbrido» basado en lo siguiente: “La tecnología modificó radicalmente el desarrollo psicológico. La hiperconectividad genera estímulos permanentes que reducen la capacidad de espera, entretenimiento inmediato que pospone responsabilidades, identidades fragmentadas que dependen de la validación externa, y un refugio digital que compite con la vida real. A esto se suma un fenómeno emergente que observamos en consultorio: el «autismo híbrido», un patrón contemporáneo donde la sobreexposición digital y la sobrecarga sensorial producen rasgos autísticos funcionales (no patológicos): más retraimiento social, menos contacto visual, mayor rigidez, ansiedad ante lo presencial, dificultad para interpretar matices sociales. No se trata de autismo clínico, sino de adaptaciones modernas del cerebro a un ambiente saturado, que inevitablemente prolongan la etapa adolescente y retrasan la consolidación de autonomía y habilidades sociales maduras”.

 

 

Respecto al planteo de la adolescencia como fenómeno social y cultural, el psiquiatra dijo: “A nivel global se produjo una transformación profunda: las sociedades actuales idealizan la juventud. La frescura, la plasticidad, la irreverencia y la novedad se convirtieron en valores hegemónicos. La adultez, antes símbolo de estabilidad y respeto, perdió centralidad simbólica. El resultado es un mensaje contradictorio: a los adolescentes se les exige parecer adultos muy rápido, pero se permite a los adultos comportarse como adolescentes durante mucho más tiempo. El límite entre ambos mundos se volvió difuso. Esto no solo retrasa la madurez: modifica el deseo de madurar”.

Partes que hacen al todo


En ese sentido, los factores económicos, expone el entrevistado, hacen de la adultez como espacio inaccesible: “En el mundo entero, los jóvenes se independizan cada vez más tarde. Estudian más años, ingresan más tarde a empleos estables, alquilan más tarde, forman pareja y familia más tarde. En Argentina, este fenómeno es aún más marcado por la inestabilidad económica crónica, la dificultad de acceso a la vivienda, la incertidumbre laboral y la dependencia económica familiar prolongada”.


“El rol de las familias que dan sobreprotección y producen agotamiento es otro de los factores característicos del contexto argentino es la sobreprotección. Las familias, con la mejor intención, buscan evitar sufrimiento, reparar lo que duele, compensar carencias estructurales y amortiguar el impacto del mundo exterior. Esto muchas veces deriva en baja tolerancia a la frustración, poca exposición a la autonomía real, dificultades para tomar decisiones, y jóvenes que dependen emocionalmente y operativamente de sus familias mucho más tiempo”, detalló.


La adolescencia prolongada como desafío de salud pública: El fenómeno excede lo clínico. Tiene implicancias para la salud pública, y es necesario incluirlo en la agenda. No se trata de patologizar, sino de acompañar el neurodesarrollo real de esta época. Las políticas modernas deberían contemplar: 

– Extender el acompañamiento hasta los 25 años. 

– Programas de alfabetización emocional y regulación.

 – Educación en salud digital.

 – Puentes de transición entre adolescencia y adultez. – Fortalecimiento de la salud mental comunitaria.


Para concluir, dijo: “Hay que comprender para acompañar. La adolescencia se ha prolongado porque el cerebro madura más tarde, la tecnología reconfiguró la identidad, la economía demora la independencia, la cultura idealiza la juventud, y la Argentina suma factores que amplifican todo. No se trata de jóvenes que no quieren crecer. Se trata de un contexto que modificó el proceso de crecer”.


En palabras del Dr. Cosentino: “La adolescencia ya no es un puente breve entre la infancia y la adultez. Es un territorio ampliado donde el cerebro sigue madurando, la tecnología acelera por un lado y ralentiza por otro, y la sociedad exige más de lo que acompaña. Comprender este fenómeno no es un lujo académico: es un acto clínico, humano y de salud pública. Acompañar a los adolescentes hoy es acompañar a una generación que enfrenta un mundo más pesado con un cerebro que necesita más tiempo para sostenerlo”.

Fuente: RTS Noticias