Con ritmo, sabor y buenas compañías: La salsa se instauró en Santa Fe

La salsa como baile recreativo se fue consolidando en Santa Fe, Rubén Carughi y Alejandro Valls dan testimonio de esta experiencia como pioneros en el rubro.

Valeria Elías

RTS Medios

La salsa es un conjunto de ritmos afrocaribeños fusionados con jazz y otros estilos. La clave para bailar salsa con fluidez es mantener el ritmo y la sincronización con la música. Este estilo musical fue adoptado por la ciudad de Santa Fe, y al día de hoy mantiene vigencia y concurrencia. Es elegido como actividad recreativa, física y terapéutica en personas de diversa edad. Rubén Carughi y Alejandro Valls comparten su visión sobre este fenómeno.  

 

Para hablar de los orígenes, Rubén Carughi, músico y bailarín de este ritmo, comentó: “Con respecto a por qué la salsa generó un nuevo hábito de consumo musical y baile, la verdad que no lo sé, creo que está muy relacionado con la música. Obviamente, a la gente le gusta esa música y le gusta que  sea una música netamente bailable. A mi entender tiene relación directa y se empezó a bailar salsa, porque a la gente le gustaba esa música. Respecto a cuándo comenzó la movida, entiendo que fue en los años 90, aproximadamente entre 1995- 97. En ese entonces empecé a dar clases de baile de salsa, tengo que aclarar que yo no soy bailarín, ahí ingresan Carlitos Sosa y Rodrigo Alonso, que después se transformaron en profesores de salsa y que bailan profesionalmente, yo bailo porque me gusta y como puedo”.

 

 

“Es un baile de pareja –explicó Carughi–, es un baile sensual, también es un baile que deja expresar al cuerpo en su totalidad. Emocionalmente genera alegría y es una danza muy elegante. También cuando se hace de escenario tiene mucho de virtuoso, gente que da vueltas de diferentes formas y se ve como un virtuosismo en los bailarines, pero no es así cuando se baila normalmente. En mi experiencia he estado en Cuba, en República Dominicana, Perú, Colombia y Panamá, que son países donde este baile es tradicional y la mayor parte de la gente, en todos esos países baila normalmente; o sea, baila haciendo su pasito, a lo mejor su vueltita, por ahí ni dan vuelta en ningún momento o dándose su gustito con algún adorno, la gran mayoría, diría un 98- 99%, y hay un 1 o 2% que hacen un montón de piruetas”. 

 

 

Luego agregó: “Después están los concursos de salsa, pero eso es otro mundo, eso no es para la mayoría de la gente, es una gran minoría. La mayor parte de la gente, en todos estos países que nombro donde la salsa es algo absolutamente tradicional, baila por gusto. Aquí, como hay mucha gente que aprende a bailar en academias, se les enseña más la parte del adorno que de bailar por gusto. Pero de todas maneras, también aparece un montón de gente que termina bailando por gusto, o sea, está bien dar vuelta y hacer pirueta, no está mal, el tema es cuando haces de eso el centro del baile ahí ya no es un recurso sino que se transforma en una especie de vedetismo”.

 

 

“La primera banda de salsa que hubo aquí se llamó ‘Onda Latina’. La dirigí yo, la mayoría músicos de acá, pero en un momento terminó. Después de eso aparecieron varias academias con profesores de salsa. Luego de eso empezamos con ‘Sonora D’irse’,esto fue por el año 2008, más o menos, fue como un boom. Más tarde, aparecieron algunos grupos. Actualmente apareció Son de Tomar, otro grupo con muchachos muy jóvenes que estaban con el tema de la timba, que es una forma de tocar esta música que tienen los cubanos fundamentalmente, y les fue muy bien a ellos también. También aparece ‘De la monia’ que es como un desprendimiento de la ‘Sonora D’irse’. Plinkies Zone que ellos también están tocando muy bien, y Changuitos que es el grupo en el que estoy yo actualmente”, relató el música santafesino.

 

 

“¿Dónde se puede bailar y escuchar?- repreguntó Rubén Carughi- donde se arme lo que se llama una salsera, no hay un lugar fijo, a veces en el Patio de los Naranjos en Inmaculada, a veces en un salón de fiesta hay un muchacho que es bailarín que organiza una salsera por el Parque Federal. Cada uno organiza su salsera en algún lado, y en ocasiones son chiquitas van 40 o 50 personas, otras van 150, en el cumpleaños de Changuito fueron 300 personas, por ejemplo”. 

 

 

La música y los ritmos 

 

 

Es también habitual que en las academias y grupos de baile se aprenda bachata, por este motivo, el entrevistado aclaró: “La bachata es una parte de la salsa, o sea, la salsa involucra un montón de ritmos, como el cha-cha-cha, el guaguancó, la rumba, la guaracha; el merengue y la bachata son dos ritmos particulares, dos ritmos que provienen de República Dominicana. La bachata y el merengue se baila muchísimo y desde hace muchos años, es el ritmo que más se escucha y se baila en República Dominicana por mucho. La bachata es una música que se tocaba en los ambientes muy de bajo recurso económico y bajo nivel cultural de Santo Domingo, la capital de República Dominicana, tuvo un crecimiento exponencial a partir de que Juan Luis Guerra la potencia artísticamente y hace con una música que no tenía mucho para dar, hace maravillas. Por entonces creaba ‘chatarrosa’ en los años 90, después es como que no pasa nada por un tiempo y alguien se da cuenta de que puede ser un fenómeno comercial por el tipo de letra romántica, pegadiza, la llevan a donde estaba, ahora no hay tanto, se sigue escuchando, pero estuvo como en un pico hace unos 6- 8 años, con bachateros que metían más gente que un rockero”.

 

 

“Las diferencias de ritmo son largas de explicar y por ahí no sé si tiene sentido, son cosas técnicas, pero básicamente el ritmo de la salsa es muy sincopado y está basado en una clave que es 2-3 o 3-2; y la bachata es algo mucho más cuadrado con el bajo a tierra, lo cual significa que hace ‘pum- pum pum- pum’, así es difícil de explicar por acá o técnicamente cuál es la diferencia en los ritmos, pero básicamente la bachata es algo mucho más cuadrado que la salsa, que el bajo no toca casi nunca a tierra y tiene muchos instrumentos de percusión”, diferenció el músico.

 

 

Para terminar el especialista dijo: “La Salsa, es una música en la cual intervienen muchísimos los instrumentos de viento, tiene mucho de coro y pregón, o sea, lo que significa que el coro canta una cosa y el cantante improvisa lo que sigue cantando. Trabaja varios aspectos de la vida, por ejemplo como en un momento la salsa con Blades se transformó también en algo político, porque a través de sus canciones hacían canciones de protesta de lo que estaba pasando y también, en otro momento, describían mucho al pueblo, a su gente y todo lo que ocurría en el barrio. Siempre hubo algo de salsa romántica, también al paisaje de su país lo describe fuertemente. Actualmente casi todo lo que queda, casi todo lo que lo que hay, es salsa romántica, pero siempre están los que hacen y siguen haciendo alguna otra cosa, lo cual para mí es bastante más interesante. Está todo bien con la salsa romántica, pero no puede ser el único tema, pues si no se cae más o menos en la del tango que muchas veces tarta de la mina que lo deja al tipo que se quiere matar o se mata, me parece que se restringe un poco la temática para la composición, la tendencia actual es a que sea todo o casi todo salsa romántica, pero también han abordado muchísimos temas de la vida de la gente”.

 

 

Al respecto, el bailarín Carlos Sosa expresó: “Creo que la movida lamentablemente fue hacia la bachata y lo peor es que aunque sean bachateras, no se porqué la titulan salsera. La salsa aporta mucho en los dos sentidos, físicamente tenés que bailar mucho y con el tiempo bastante rápido para que te canses. Emocionalmente es tremendo, levanta, emociona, te saca para otro lado la música y el baile”.

 

Con la voz y el alma


Alejandro Valls se desempeña como percusionista de DeLaMoña Orquesta, una novedosa propuesta salsera en la ciudad, Sobre su experiencia comentó: “Mi ingreso al mundo de la salsa data de finales de los ochenta, en tiempos en que residía en Italia. Allí empecé a tocar percusión afrocubana en diversos formatos, durante cinco años y girando por toda la península. A mi regreso a Argentina me instalé en Buenos Aires y descubrí una ciudad distinta a la que había dejado años atrás. Eran los albores de los ‘90 y la salsa había empezado a difundirse como nunca antes. Así que formé parte de varias bandas locales y hacíamos muchos shows por fin de semana. Todavía no cantaba pero sí hacía coros, jamás lo había hecho antes excepto en reuniones familiares o en mi intimidad. Pero una vez llegó el día (o mejor dicho, la noche) en que, como reza la jerga artística, tuve que hacer un «Toro» y reemplazar al cantante que había enfermado. No me quedó opción, esa noche teníamos cuatro shows y aún recuerdo el pánico que me invadió. Lo cierto es que desde aquella vez no paré más. Jamás dejé de tocar, pero definitivamente el canto tomó más relevancia y comencé a dedicarme profesionalmente, a estar frente al escenario y a todos los detalles que implican ser un cantante”.


“Hacer salsa en Santa Fe o música afrocubana (como prefiero nombrarla) no es muy distinto que en otras partes del país. Lo que lo diferencia es que aquí el género popular que identifica a la ciudad es la cumbia, y para quienes hemos intentado llevar la salsa al público masivo ha sido un esfuerzo titánico. Cuando creamos la Sonora D’irse allá por el 2008 fue algo muy novedoso, sin embargo, nos costó mucho imponer el género. Nos iba bien, grabamos dos discos, recibimos algunos premios y hasta llenamos salas de concierto y salseras donde concurren los bailarines y alumnos de las academias. Éramos pocos y creo que lo seguimos siendo. Ser salsero en Santa Fe es cuanto menos la paradoja de David vs Goliath. Es como volver al espíritu amateur, sin managers ni asistentes ni dinero ni shows en abundancia. Es todo a pulmón pero no menos gratificante”, expuso el artista.


Por su parte aclaró: “No creo que se haya adoptado la salsa sinó en círculos muy reducidos. Es un género más de los que existen fuera del «Mainstream» como el jazz y otras propuestas alternativas. Existe un gen, un origen de este género en la ciudad y data de finales de los sesenta. En esos tiempos habían llegado a Argentina artistas del caribe como Rolando LaSerie, los discos de Machito, Tito Puente y Tito Rodriguez, entre otros. La noche, los boliches y los cabarets estaban en su apogeo y algunos pocos músicos comenzaron a interpretar a esos artistas que sonaban en las radios. Por lo general eran músicos de jazz y el término «salsa» aún no existía. Se llamaba a cada género por su nombre: guaracha, son montuno, guajira, pachanga, etc. Creo que ese fue el inicio, luego hubo un largo periodo en el que la música afrocubana se extinguió hasta volver a emerger hace relativamente poco”.


Para finalizar, aportó: “Interpretar salsa es un constante aprendizaje porque como todo género folklórico implica un minucioso estudio del concepto. Con el jazz, el tango y el folklore pasa lo mismo excepto que estos dos últimos son nuestros. La salsa no. La salsa expresa una idiosincrasia cultural que nos es ajena, incluso desde lo instrumental. Los pocos descendientes de africanos que hubo en este país y que tenían un profundo conocimiento del tambor, del fascinante secreto de la síncopa y el complejo entramado rítmico, desaparecieron. Entonces, lo poco que sabemos acerca de este género, no es más que una emulación, una aproximación. Del mismo modo que un cubano, por más empeño que le ponga jamás cantará una chacarera como un santiagueño, un argentino hará lo propio con la salsa. Tal vez en el desafío reside el placer, en la magia que ocurre cada vez que una orquesta suena y alguien baila, en el milagro que provoca la música, en especial esta, la salsa, la música afrocubana, su rítmica insoslayable. De las músicas del mundo, tal vez la más completa”.

Fuente: RTS Noticias