La última caída de Jesús

El Viernes Santo se realiza la liturgia de la Pasión de Cristo. El nombre proviene del latín pati, que significa «soportar» o «sufrir», es el relato de los sufrimientos de Jesús desde su traición hasta su crucifixión.

Cada Viernes Santo se realiza el Vía Crucis para recordar el sufrimiento de Jesús hasta morir crucificado en el Monte Calvario. Según la tradición cristiana, la Pasión comienza con la condena a muerte de Jesús por parte de Poncio Pilatos luego de que se proclamara Rey de los Judíos. Entonces, Jesús fue despojado de sus ropas, golpeado y agredido con piedras. Luego le colocaron una corona de espinas y le hicieron cargar con su propia cruz hasta el Monte Gólgota (Monte Calvario), en las afueras de Jerusalén. Allí fue crucificado junto a dos ladrones y bajo un cartel que decía: “Jesús el Nazareno, Rey de los Judíos”. Se considera un día de luto y penitencia.

Valeria Elías 

RTS Medios

El párroco Axel Arguinchona de la iglesia Nuestra Señora de Belén de la ciudad de Santa Fe, en diálogo con RTS, reflexionó sobre el Viernes Santo.

 

“Cuando hablamos del Viernes Santo estamos hablando de una cruz que brota de un corazón, el corazón de Jesús, que ha dicho siempre sí a la voluntad del Padre. La vida de Jesús está marcada por aquello que Él dijo: «Yo no he venido a hacer mi voluntad sino la del Padre que me envió». Lo hermoso del Viernes Santo es contemplar al Dios hecho hombre, que toda su vida gira en torno a eso, en cumplir la voluntad del Padre. También así nosotros cuando vivimos en fidelidad a lo que Dios nos pide como Padre, indudablemente, que haremos de nuestra existencia una ofrenda una entrega generosa, libre y alegre, que bueno que nosotros también comprendamos que al hablar el Viernes Santo de Cruz estamos hablando de fidelidad y de obediencia ¿a quién? obediencia a quien creemos es el Padre de los cielos que envió a su hijo Jesús al mundo para salvarnos del pecado y de la muerte”. comienza el padre Arguinchona.

 

Luego, continúa: “Y también estamos hablando de una cruz fraterna, es decir, es una cruz hecha comunión. Qué lindo es sentir a Cristo muy cerca nuestro, es nuestro hermano. Qué hermoso que nosotros también nos sentimos hermanos como Jesús de todos aquellos que comparten nuestra vida. Qué lindo si tuviéramos una capacidad muy grande de comprender, de perdonar, de servir, de asumir las angustias y esperanzas de los demás, de cargar nosotros, que somos frágiles y débiles, pero que sabemos que también tenemos fuerza para poder acompañar a los demás. Qué hermoso si asumimos el dolor, la angustia, incluso el pecado de los demás, para acompañarnos y tener un corazón fraterno. Qué lindo si nosotros vemos que la cruz es una dimensión también de asumir la vida de nuestros hermanos para acompañarlos en este camino ¿qué sentido tendría un Viernes Santo que nos golpeemos el pecho delante de Cristo que muere y se ofrece al Padre por los hombres? ¿Qué sentido tiene si después volvemos a lo cotidiano, la de cada rato, y nuestro corazón se cierra el Cristo que vive entre nuestros hermanos? La cruz es una cruz fraterna, es ese Cristo que sufre y que muere y es el mismo Cristo que sufre y muere en las personas nuestras hermanas, nuestros hermanos. Es el Cristo que sufre en la pobreza de aquellos que no tienen techo y no tienen pan. Es el Cristo que sufren aquellos que son marginados y no tienen libertad. Es el mismo Cristo que sufren aquellos que experimentan ansias de amistad, de afecto, de paz. Que bueno que ante el desaliento de los demás estemos ahí, para compartir la cruz. Que lindo aquello que nos dice el Señor en su palabra, en Mateo 25. ¿Cuántas veces lo han hecho con uno de estos mis pequeños? Lo han hecho conmigo. Que bueno es saber que el Señor nos dice, tuve hambre, me diste de comer, tuve sed, me diste de beber, estaba desnudo y me vistieron, estaba enfermo y me visitaron. Que bueno que es comprender que la cruz del Viernes Santo es una cruz fraterna. Es una cruz en la que el Señor entrega su vida y nos deja un ejemplo para que, también nosotros, podamos vivir muchos Viernes Santos de muchos hermanos y hermanas que necesitan de nuestro acompañamiento. Y así como el Cirineo en la pasión lo acompañó Jesús, también nosotros acompañemos a las personas que más sufren”.

 

Aprender del amor

El padre Axel, como es conocido públicamente, no escatima en dar testimonios y siempre compartir las palabras.

 

“La cruz del Viernes Santo –expresa– es una cruz de misericordia y de perdón. «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen», dice Jesús en la cruz. Qué hermoso porque Jesús, con los brazos abiertos en la cruz en ese Viernes Santo, al morir por nosotros, él borra todos nuestros pecados y pide el perdón, pide la misericordia del Padre para nosotros que somos pecadores. Qué bueno es que nosotros también aprendamos desde la cruz del Señor, de este Viernes Santo, que sepamos aprender también a pedir perdón por aquellas personas que nos ofenden, a pedir la misericordia del Padre por aquellos que no nos quieren, para generar un mundo de encuentro, de perdón, de misericordia, porque tenemos que buscar eso justamente, que haya paz, que haya reconciliación, que haya misericordia. Jesús en la cruz el Viernes Santo nos deja el mejor y mayor ejemplo”.

 

Sobre eso mismo, se explaya: “La cruz del Viernes Santo tiene también un sentido pascual, es decir, un sentido de victoria, de triunfo, un sentido de fecundidad. Dice el Señor, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo, pero si muere es cuando produce fruto. Esta es la gran hora de Jesús, va a ser glorificado. Que lindo que pensemos que la cruz no es un final, es un comienzo porque a partir de allí va a comenzar el Domingo de Resurrección, la Pascua, por eso vivir en recogimiento, en silencio y compasión por los dolores de Cristo. Pero es ese Cristo crucificado que nos hace también vivir con el corazón sereno, esperanzado y lleno de gozo. La cruz es un anticipo de la Pascua. Es que para poder llegar a la gloria. Tenemos que pasar por la muerte. Es Cristo mismo el que nos descubre. El sentido de la cruz, fecundidad pascual, fecundidad de la cruz del Señor. Precisamente dice la palabra de Dios: ‘Porque se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, por eso el Padre lo exaltó, lo glorificó, dándole un nombre superior a todo nombre. Para que ante el nombre de Jesús toda rodilla se doble, en los cielos, en la tierra y en los abismos y toda lengua confiese que Jesús es el Señor para la gloria de Dios Padre. Así es Cristo, así es la cruz del Señor, así es también nuestra cruz’”.

Salvar para salvarse 

En un tiempo de meditación, de arrepentimiento y de perdón, el padre Axel invita a pensar: “Cristo nos salvó con los brazos abiertos en la cruz, sudando sangre, dando la vida por cada uno de nosotros. Es impresionante, ¿no? Esos momentos en la cruz del Señor fueron tres horas de aparente inutilidad. Pero, sin embargo, ahí cuando clavaron sus manos y ya no podía bendecir, cuando clavaron sus pies y ya no podía caminar evangelizando, cuando se secaron sus labios y ya no podía hablar, es en ese momento cuando Cristo nos redimió, nos salvó del pecado y de la muerte eterna. Es importante saber que cuando aparece la cruz, el sufrimiento, las dificultades en la vida, recordar que también ese momento puede ser fecundo en nuestra vida si lo vivimos en comunión con Jesús, con ese Jesús crucificado que nos anticipa ahí en la cruz la Pascua, la vida nueva”.

 

Además rescata: “Qué hermoso escuchar la palabra del Señor que nos dice que no hay amor más grande que dar la vida por los amigos. A mí nadie me quita la vida, yo la doy libremente. Ése es Jesús, aquel que viene a dar la vida, no a guardarla, viene a entregarla, no a conservarla egoístamente. Por eso, en el Viernes Santo Jesús llega a la cumbre de su entrega. Lo hizo durante sus 33 años de vida, pero ciertamente que en la cruz es el zenith, es la cumbre de su entrega, de la ofrenda de toda su existencia hasta la última gota de sangre. El Viernes Santo en el altar de la cruz, Jesús nos enseña que la vida no está para guardarla, sino para entregarla. Que la vida tiene sentido no cuando la conservamos egoístamente, sino cuando la ofrendamos, la entregamos y la entregamos con alegría. Es el Señor que por amor a su pueblo, a toda la humanidad, no duda en hacerse hombre, anonadarse, como dice San Pablo se hizo nada. Siendo Dios se hizo hombre, siendo rico se hizo pobre. Y todo esto lo hizo para salvarnos del pecado y de la muerte eterna. Porque el árbol, el madero de la cruz, no es sino en Cristo vida. Porque es ahí donde Jesús va a entregar su vida por la salvación del mundo entero”.

 

“Por eso, el Viernes Santo, es para contemplar la cruz de Jesús y a Jesús crucificado. Es una cruz filial que le dice sí al Padre. Es una cruz fraterna, Cristo que asume nuestros pecados y la miseria de cada uno de nosotros y nuestros dolores. Pero lo hace como una cruz pascual también, es decir, como una cruz que nos da resurrección y nos da vida. Por eso, unidos a Jesús en este Viernes Santo, vamos a tener vida y vida en abundancia. Porque indudablemente que la vida es más plena cuanto más se entrega. No cuando la pasamos bien, sino cuando hacemos el bien. La vida es plena cuando la damos como Jesús, totalmente y sin pedir nada a cambio. Esa es la enseñanza del Viernes Santo. Jesús, el justo, el Santo, Dios hecho hombre, muere por nosotros pecadores para regalarnos el perdón de los pecados y la vida eterna”, finalizó el párroco.