Soledad Lugli fue intervenida en octubre de 2015, luego de una larga historia de cardiopatía congénita. “Anda mamá, yo te espero”, le dijo su hija antes de la internación.
Soledad Lugli fue trasplantada del corazón el 12 de octubre de 2015 y este año se cumplen diez años desde aquel momento que, según cuenta, le salvó la vida. Había nacido con una cardiopatía congénita llamada transposición de los grandes vasos y desde los dos meses de vida fue sometida a controles, cirugías y tratamientos. “Estoy muy feliz de tener esta vida hermosa que mi ángel donante y Dios me regalaron”, expresó.
Su salud comenzó a deteriorarse gravemente a fines de 2014. El cardiólogo que la atendía desde siempre, Ricardo Fernández, le indicó que la única opción posible era un trasplante. Soledad dudó. “Yo le pregunté qué pasaba si no me trasplantaba. Prefería morir al lado de mi hija y mi marido, y no en un quirófano”, contó.
El 7 de septiembre de 2015 viajó a Buenos Aires para iniciar la internación. La decisión final la tomó días antes, cuando su hija, que entonces tenía seis años, le dio un mensaje clave. “Me abrazó y me dijo: ‘Anda mamá, yo te espero’. Y eso me mató”, recordó.
El trasplante llegó después de 35 días de espera. Al despertar de la cirugía, Soledad tuvo una visión que interpretó como una señal. “Cuando abro los ojos veo a mi mamá fallecida. Pensé que me había muerto. Después vi a mi marido y dije: ‘O no me morí o él se murió conmigo’”, relató.
A una década de aquella operación, Soledad vive con gratitud y destaca el rol de la donación de órganos. “No conozco a mi donante, pero es mi ángel. Gracias a esa persona estoy acá, con mi hija, con mi familia. En ese ‘gracias’ encierro todo”, dijo.
Fuente: RTS Medios