La simbología es parte de la comunicación y la significación humana. Con la muerte del papa Francisco, surgieron dudas en cuanto a la aparición de cierta simbología dentro del Vaticano y en las pompas fúnebres.
Cada símbolo o instrumento siempre tiene la carga de la persona que lo utiliza. Es decir, si uno quiere darle una intencionalidad buena o mala, depende el uso que le dará a cada cosa. También depende mucho de las interpretaciones que uno mismo quiere darle. Ya lo decía Ferdinand de Saussure (padre de la lingüística moderna): a cada signo corresponde un significado y un significante que es dado por la construcción que se hace de eso.

Valeria Elías
RTS Medios
Según el símbolo o signo es capaz de transmitir el significado de conceptos, palabras o sonidos simples y de ellos hay una interpretación. El significado – significante es entendido según lo interpreta la sociedad que lo crea o modifica, recordemos que la lengua es una signatura viva.
Para comprender la simbología que apareció en varios videos e imágenes dentro del Vaticano y en algunas estructuras de las iglesias, el padre Alexis Louvet habló con RTS Medios argentino nacido en 1976 y ordenado en 2007. Profesor en Letras por la Universidad Nacional del Litoral, y en Filosofía y Ciencias Sagradas por el Instituto San Juan de Ávila. Desempeña la docencia en las cátedras de Latín e Introducción a las Sagradas Escrituras (en el Seminario Metropolitano de Santa Fe), Fe y Cultura (en el Instituto Fray Francisco de Paula Castañeda), e Historia de la Iglesia Antigua y Medieval (en el Instituto Arquidiocesano de Ciencias Sagradas).
La migración de los símbolos
Muchos de los símbolos que hoy identificamos como esotéricos fueron patrimonio secular de la Iglesia. Cayeron en desuso y fueron captados por grupos y personas que los convirtieron en signos de sus propias ideologías ocultistas, mágicas, etc. “Ciertamente, muchos de ellos eran anteriores al cristianismo”, explicó Louvet y agregó: “La evangelización de las antiguas culturas rescató y purificó lo mejor de las mismas para incorporarlo al anuncio de la verdad de salvación. Actualmente, su significado cristiano es desconocido para muchos, y esa ignorancia motiva, por un lado, el temeroso rechazo de los símbolos como cosas malvadas en sí mismas (sin ninguna atención a su contexto), y por otro, el febril despliegue de las teorías conspirativas más absurdas”.
El especialista, explicó que los símbolos no son cosas buenas o malas por sí mismas. Su valor depende de las realidades hacia las que ellos señalan, o las ideas que expresan para alguien (quien plasmara los signos y a quienes iban dirigidos). “Piénsese, por ejemplo, en la imagen del león, símbolo del diablo en 1 Pe. 5,8, y de Cristo en Apoc. 5,5; o la serpiente, expresión del mal en Gen. 3,1, o de la salvación en Jn. 3,14. El mismo nombre de Lucifer (“portador de la luz”, nombre antiguo del lucero del alba) es aplicado al ángel caído en Is. 14,12, y al Mesías en Apoc. 22,16”, ejemplificó.
El padre Alexis repasó algunos de los símbolos más frecuentes, detalló su presencia en obras antiguas cristianas y despejó dudas, perplejidades y hasta temores que pueden suscitar.

La cruz invertida: Es símbolo de San Pedro desde tiempos antiguos, ya que la leyenda cuenta que el Príncipe de los Apóstoles fue crucificado cabeza abajo. San Pedro les decía a sus verdugos que él era indigno de tener la misma clase de muerte que su Señor. En parte como broma cruel y en parte cumpliendo su deseo, lo crucificaron con la cabeza hacia abajo (cf. San Jerónimo: De viris illustribus).
El primer relato de esto lo tenemos en un apócrifo del siglo II: Hechos de Pedro. Allí Pedro dice (cc. XXXVII y XXXVIII) que su crucifixión cabeza abajo representa la naturaleza caída del hombre, cuyo fin es la muerte corporal, en tanto que la crucifixión de Cristo representaría la restauración del ser humano y su ascensión a los cielos. Pedro enseña así que el cristiano debe invertir los valores del mundo (se puede sospechar una influencia gnóstica): “Si no hacéis lo derecho como lo izquierdo, lo de arriba como lo de abajo, y lo de adelante como lo de atrás, no conoceréis el Reino de los cielos”. Actualmente, como emblema pontificio, la Cruz invertida expresa la idea de reflejo terrenal de la realidad celestial. Tal como los Papas son en la tierra la imagen visible (muchas veces oscurecida u opacada por el pecado) de Cristo, cabeza invisible de la Iglesia.
Será recién la novela francesa Là-Bas (Allá abajo, o Los malditos) de Huysmans, publicada en 1891, la que introducirá la imagen de la cruz invertida como símbolo satánico, en su descripción imaginativa de una misa negra. Como sabemos, las películas de terror del siglo XX popularizaron esta interpretación de dicha imagen.
La estrella de cinco puntas: Técnicamente se suele llamar “pentagrama”, del griego “pente” (cinco) y “grammē” (línea). Un autor antiguo nos dice que era un símbolo de buena salud entre los pitagóricos, y de pertenencia al grupo (Luciano de Samósata: Sobre una falta cometida al saludar, V). Las interpretaciones renacentistas, de Cornelius Agrippa, lo relacionan con la figura de un ser humano con los pies separados y con los brazos extendidos en forma de cruz, es decir, una imagen del microcosmos (inmortalizado en los dibujos de Leonardo). Sin embargo, es un diseño que aparece ya en las cerámicas sumerias de 3500 a.C. como emblema de algunas de las divinidades principales (Ishtar o Marduk). Entre los chinos también se usaba, a veces relacionado con la teoría musical y la escala de cinco notas.
Los cristianos medievales lo usaron como símbolo de las virtudes del buen Caballero. Así, en el famoso poema inglés del siglo XIV, Sir Gawain y el Caballero Verde, el pentagrama decora el escudo del héroe y dice que sus cinco puntos entrelazados significaban sus virtudes: Gawain es perfecto en sus cinco sentidos, fuerte los cinco dedos de sus manos, fiel a las cinco llagas de Cristo, se anima con las cinco alegrías de María (los misterios gozosos), y es ejemplo de las cinco virtudes de la caballería (generosidad, amistad, castidad, caballerosidad y piedad). Además, se dice en el poema que esta estrella debía su origen al rey Salomón. ¿A qué hace referencia esta alusión al sabio bíblico por antonomasia? A la leyenda judía que lo hacía poseedor de un anillo de sello cuyo poder alejaba a los demonios. La versión árabe de la historia decía que el sello consistía en una estrella de seis puntas (curiosamente, la actual ‘estrella de David’), mientras que la versión cristiana decía que era una estrella de cinco puntas, un pentagrama. Por eso no es raro ver este diseño en amuletos protectores, e incluso en grandes construcciones. Así, hoy pueden verse pentagramas en el gran ventanal occidental de la Catedral de Exeter (Devon, Inglaterra) y en la torre de la Iglesia del Mercado de Hannover (Baja Sajonia, Alemania).
En el rosetón norte de la Catedral de Amiens (construida en el siglo XIII) hay un gran pentagrama invertido. Algunos piensan que es símbolo del Espíritu Santo descendiendo sobre la Iglesia, otros, que es un símbolo de la caída del demonio (ya que la fachada norte, en las catedrales medievales, suele simbolizar la oscuridad, el invierno, la historia antes del nacimiento de Cristo. Otro ejemplo de pentagrama invertido, más humilde, es el rosetón de la ermita de San Bartolomé en el cañón del río Lobos, término municipal de Ucero, provincia de Soria. Probablemente, hasta tiempos más recientes, no fuese visto como un símbolo negativo, cosa que difundirían los ocultistas del siglo XIX y XX, remarcando la oposición entre el pentagrama ‘derecho’ y el ‘invertido’, haciendo del primero un signo positivo, protector, y del segundo un signo negativo, demoníaco (cf. Eliphas Levi: Dogme et rituale).
El ojo en el triángulo: según la opinión popular es el símbolo masónico por excelencia (y asociado casi inmediatamente al Gran Sello de los EE.UU. creado en 1782 que se ve en el dólar). Y, sin embargo, también es cristiano en su origen, y se puede hallar en numerosas iglesias antiguas. El triángulo es una evidente referencia a la Santísima Trinidad (creencia central de la fe católica desde sus orígenes). Se abrió paso en el arte cristiano a partir del tratado de San Nilo (s. IX) en el que se aludía a esta figura geométrica con significado trinitario, y podemos verla, por ejemplo, en el Codex de Uta (s. XI) de Munich, en una hermosa iluminación, donde se superponen el triángulo, el círculo y la mano de Dios. Es conocido también el Scutum fidei (escudo de la fe) medieval, un triángulo con inscripciones que resumen la fe trinitaria, del siglo XII.
El ojo es un símbolo de conocimiento, de conciencia, por aquello que apunta Aristóteles en las primeras líneas de su Metafísica: “Todos los hombres por naturaleza desean conocer”. Y, por eso, se prefiere la vista a los demás sentidos. Aparece entre los símbolos más recurridos de diversas épocas y culturas. Baste mencionar la egipcia, para la cual el sol era el ojo de Horus, símbolo del orden, de la perfección, de lo imperturbable, y que se representaba con el Udyat, usado a veces como amuleto de protección. En la Sagrada Escritura, los ángeles llenos de ojos (Ap. 4,6) expresan la potencia del conocimiento de estas criaturas espirituales, que “no tienen espalda” (según el decir popular, acomodado a Ez. 1,17) precisamente porque parece que casi nada se le oculta a su potencia cognoscitiva.
Aunque el triángulo como símbolo divino y trinitario aparece ya en la antigüedad cristiana será en el renacimiento que se popularice en pinturas y esculturas con el agregado del ojo central. Así lo vemos en el cuadro La Cena en Emaús de Pontormo (1525, aunque fue repintado en el siglo siguiente). O en la Santa Bárbara de Cristóbal de Villalpando (c. 1680). Paralelamente en los iconos orientales surgirá el nimbo triangular para la figura de Dios Padre. Según algunos autores, el ojo inserto en el triángulo fue usurpado como símbolo por los francmasones a la corporación de albañiles que estaba bajo el patronazgo de la Santísima Trinidad (cf. Réau, L. Iconografía del arte cristiano, Ed. del Serbal, Barcelona, 1996, p. 40). Desde allí, es conocida su difusión sobre todo de manos de los teóricos de la conspiración que ve indiscriminadamente símbolos “illuminatis” no sólo donde estuvo la mano masónica sino también donde los cristianos embellecemos nuestros templos y ciudades.
Fuente: RTS Noticias